La grandeza de reconocer al otro y aprender de él para crecer como persona
Con la humildad, la argumentación y reconocer al otro se alimentan los proyectos personales y de la sociedad, minimizando la violencia.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Desde el orgullo y la seguridad de nuestros argumentos se considera que lo más importante es siempre avasallar al contradictor, mostrar las incoherencias y poca veracidad de sus afirmaciones y en algunos tristes casos ridiculizarlo y descalificarlo. Lo cual sólo es posible desde la creencia de que se posee la absoluta verdad. Es decir, que todo contradictor además de estar equivocado es un pobre ser sin muchas posibilidades de comprensión. Algunas veces, lo peor es que no sólo se le analizan sus afirmaciones y posiciones, sino que se duda de su moralidad, siempre a partir de la superioridad moral de suponer que tenemos la razón.
Por eso, ayer cuando escuché al expresidente Juan Manuel Santos hablar de la necesidad de estar dispuestos a aprender del contradictor, me sentí invitado a reflexionar en torno a tres actitudes muy necesarias, para construir colaborativamente tanto el propio proyecto personal de vida, como el de sociedad:
Este tipo de reflexiones son propicias para todos: padres de familia, parejas, jefes de equipos de trabajo, líderes políticos, etc. Sin humildad, sin capacidad argumentativa y sin grandeza para aprender, quedamos en manos de la violencia en cualquiera de sus formas que, así algunos la defienden, siempre empeora las situaciones.