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Luchemos por un mundo en el que podamos realizarnos sin importar orientación sexual, color o credo

Me encontré con el caso de Andrea Cortés, primera mujer trans en las filas de la fuerza pública colombiana. Venció estereotipos, superó bullying con el apoyo de su mamá y gracias a la tolerancia institucional estructuró un proyecto de vida que ahora realiza con firmeza.

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Alberto Linero

El mundo cambió. Nos guste o no, estamos ante realidades, relaciones y situaciones que ponen a prueba nuestros paradigmas estéticos, éticos y mentales. Creo que uno no tiene que negociar los valores fundamentales de su opción de vida, pero tampoco los tiene que imponer a los demás.

En este contexto, me encontré con el caso de Andrea Cortés, primera mujer trans en las filas de la fuerza pública colombiana.

Su historia es la de alguien que, venciendo los estereotipos, superando el bullying que recibió de niña, contando con el apoyo de su mamá y con la tolerancia institucional, estructuró su proyecto de vida y ahora lo realiza con firmeza. Fabio -así era su nombre antes, al acabar el bachillerato- prestó el servicio militar en la policía y al terminar, tomó dos decisiones trascendentales para su vida: servirle a la comunidad desde la institución e iniciar su transición a mujer.

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Aunque en la Policía Nacional ha habido un gran respeto por su orientación sexual, hubo dificultades en el cambio de nombre y de documentos, porque ella ingresó con datos de hombre a la institución; el cambio no era fácil, pero gracias a una tutela que el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Popayán falló en su favor, en mayo de 2018 se reconoció su derecho al desarrollo de la libre personalidad, la personalidad jurídica, la vida digna y la igualdad.

Ella ha servido con todas sus capacidades y habilidades a distintas comunidades en el país; de hecho, lo que debería preocuparnos es que cumpla ese servicio, y no sus preferencias o su transición. En el mundo las fuerzas militares se abren cada vez más a esta realidad, y así ya son más de 20 países los que tienen una legislación al respecto. En Suramérica están Argentina, Chile y Bolivia.

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Luchemos por una sociedad en la que sin importar el color de piel, la opción religiosa o la orientación sexual, tengamos las mismas posibilidades para realizarnos; una en la que todos tengan espacios para soñar sin miedos, en la que hacer el bien a los demás sea la principal motivación.

Sé que para algunos no es fácil aceptarlo, porque esto los enfrenta a sus propios paradigmas, pero estoy seguro que el respeto y el amor deben ser las bases de nuestras relaciones interpersonales. Evitemos creernos mejores y generar actitudes discriminatorias, los otros merecen vivir dignamente. Aprender a vivir desde la inclusión es la tarea de todo buen ser humano.

Escuche la reflexión y el análisis de Alberto Linero en Mañanas BLU:

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