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No me es fácil comprender el poliamor, creo en la monogamia

Cuando se sabe renunciar y unirse al otro de manera integral, se puede ser ese proyecto feliz que se expresa bíblicamente con ser “una sola carne”.

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Alberto Linero
Foto: Instagram/plinero

Cada vez más me encuentro con jóvenes adultos que tienen experiencias de pareja muy distintas a las que desde mi formación y experiencia he conocido. Está la relación abierta, que es esa en la que los miembros pueden tener relaciones íntimas fuera del compromiso que tengan con su conyugue, sin considerar esto como una infidelidad.

También el poliamor, esa experiencia afectiva en la que existen una o más parejas a la vez. Las swinger, en las que hay una pareja, pero que en ocasiones puede jugar a cambiar las personas con las que se relacionan sexualmente. Son tres formas distintas de vivir el compromiso afectivo del matrimonio o de la vida en pareja “normal”.

Los autores especializados en el tema creen que es una reacción de los millennials y centennials ante los esquemas en los que han sido criados, tratando de deconstruir esos paradigmas que, según ellos, no representan la complejidad del amor humano. Angie Aldana, en la introducción de su texto “Del Poliamor y de otros demonios” dice: “El poliamor se ha planteado como una alternativa a los modelos hegemónicos de relacionamiento que encuentran su soporte en una lógica de posesividad, exclusividad, fidelidad, heteronormatividad y otros supuestos de la monogamia” cierro cita.

Tengo que confesar que a mí no me es fácil comprender este tipo de experiencias, ya que he entendido el matrimonio desde la indisolubilidad, la exclusividad y los valores que la cultura judeocristiana me han enseñado y que tienen en la monogamia el ideal de vida afectiva. Creo que los valores fundamentales son la libertad, autonomía, responsabilidad, comunión y generosidad, que son importantes en la experiencia del matrimonio.

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Creo en la monogamia, sabiendo que se requiere generar relaciones sanas que permitan la realización singular de los miembros de la pareja y del objetivo común. Estoy convencido de que cuando se sabe renunciar y unirse al otro de manera integral, se puede ser ese proyecto feliz que se expresa bíblicamente con ser “una sola carne”.

Respeto a quienes creen en otra manera de construir sus relaciones de pareja, pero siempre dejando claro que se trata de no pisotear la dignidad de nadie ni de impedir que se puedan realizar.

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