Una de las decisiones más fundamentales de la existencia humana es saber a qué nos vamos a dedicar en la vida. Elegir el oficio, la profesión , la manera cómo vamos a usar las habilidades y herramientas existenciales que tenemos para que nuestra vida tenga un propósito. Para algunos no es fácil tomar esa decisión, se requiere acompañamiento profesional que permita que ese discernimiento llegue a sólidas conclusiones. Es una decisión nacida fundamentalmente en los talentos, gustos e intereses que se tienen.
Recuerdo que la psicóloga que nos acompañaba en orientación profesional siempre insistía en que no se podía dejar que el dinero fuera la única razón para estudiar una u otra carrera. Es claro que una sociedad requiere de hombres y mujeres dedicadas a todas las profesiones y oficios para su desarrollo. No todos pueden tener los mismos intereses, porque eso generaría unos problemas serios para la gestión social.
Por eso me llamó la atención un informe que realizó la empresa Remitly, a partir de las búsquedas en Google sobre los trabajos soñados. Revisaron y tabularon por países lo que se buscó sobre este tema en el 2022. En el mundo las tres primeras son ser piloto, escritor y bailarín. En América Latina la mayoría de los jóvenes quieren ser influencers.
Colombia no es la excepción, los niños, niñas y jóvenes aquí sueñan con poder tener éxito en las redes sociales para ganar reconocimiento y dinero.
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A mí particularmente me preocupa el resultado de este estudio. No me imagino el futuro lleno de youtubers, instagramers o tiktokers millonarios, pero sin médicos, profesores o ingenieros, por ejemplo. Ahora, es comprensible que si la felicidad se mide en términos de exposición pública, reconocimiento social, sueldos e influencia, los jóvenes quieran tener ese papel protagónico en las redes.
Sospecho que algunos suponen que se trata de un trabajo fácil de realizar y olvidan todo lo que deben prepararse para lograr el éxito en esas funciones. Creo que este tipo de estudios son un llamado a los padres de familia, a las escuelas y a los distintos actores sociales para que se cuestionen con qué valores están formando y criando a sus hijos.
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Escuche la opinión de Alberto Linero:
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