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Quién no se autocrítica se cree Dios y termina dañando a los que están cerca

La objetividad en la autocrítica es importante para no terminar en medio de los fanáticos que destruyen y creen que todo está mal, o con los fanáticos áulicos que se niegan a descubrir los errores.

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Alberto Linero
Foto: Blu Radio

Una de las características de las personas exitosas es que son capaces de hacer autocrítica. Es decir, de analizar lo que hacen y dicen, encontrando los aciertos, pero también los errores. Nadie es perfecto ni hace todo excelentemente. Los seres humanos somos el entrecruce de las potencialidades y las limitaciones, las luces y las sombras de nuestra condición. Muchas veces fallamos como líderes porque nos dejamos invadir por la soberbia, que no permite que veamos lo que no hemos hecho acertadamente, o terminamos en medio de los fanáticos que nos destruyen y creen que todo lo que hacemos está mal hecho, viviendo solo para encontrar errores, o de los fanáticos áulicos que se niegan a descubrir nuestros errores. Ambos extremos son dañinos. Siempre requerimos la objetividad que nos salve de las emociones tóxicas que nos provoca relacionarnos con los demás desde el amor u odio.

Por eso ayer celebré mucho una autocrítica que hizo el Señor Presidente Gustavo Petro en el evento de Anato: “Satena es un fracaso mío”, presidente Gustavo Petro revela que el Gobierno ha entregado líneas de viajes internacionales a la aerolínea nacional “y las bota, Satena no logra ser un competidor”. No me detengo en el contenido del comentario, porque no soy analista del transporte aéreo, pero sí creo que es una buena lección para todos los líderes: aprender a mirarse con la mayor objetividad posible para no quedar atrapados en los discursos fanáticos que los rodean. La autocrítica es fruto del análisis sensato y objetivo del propio trabajo, y siempre genera lecciones de vida que deben reflejarse en acciones que produzcan soluciones para el crecimiento.

Mi invitación es a que cada uno sea capaz de vivir procesos de autoobservación, de entender cuáles son sus diálogos interiores, sus patrones de comportamiento, sus acciones diarias y la manera cómo se relacionan, para que puedan descubrir dónde están sus errores y sus aciertos. Lógicamente, unos deben ser enfrentados en términos de solución y otros potenciados. Quien no se autocritica, se cree Dios y termina crucificando a los que están cerca.

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