En muchos territorios indígenas de Antioquia, el acceso a servicios básicos sigue siendo precario. Según datos de la Universidad de Antioquia, solo el 38 % de estas comunidades cuenta con agua potable, energía o alcantarillado. La conectividad es aún más crítica: apenas el 9,9 % tiene acceso a internet.
En ese contexto, hablar de educación o conectividad resulta casi imposible. Así lo vive la comunidad de Caimán Nuevo, en Urabá, según relata Tumiel Santacruz Montoya, líder indígena de Necoclí y Turbo.
"También la falta de preparación de nuestros jóvenes. Estaba mirando que la U. de A. tiene en este momento varias carreras, pero son las mismas de hace varios años. Nunca vemos otras que nos podrían interesar", afirma Tumiel.
La precariedad también se refleja en las viviendas. Muchas casas indígenas se deterioran en silencio. Mientras los Embera aún construyen en guadua y los Zenú combinan bloques con elementos tradicionales, otras comunidades han perdido por completo su arquitectura ancestral.
Esa transformación del espacio físico borra, a su vez, parte de la memoria colectiva: "Debemos abrir los ojos, debemos despertar, estar más atentos a no dejarnos permear tanto por el modernismo, a no caer en ese flagelo de las drogas, de la fantasía, de las ilusiones… Considerar que hay que regresar a la tierra", reflexiona Víctor Manuel Rodríguez, líder indígena Nutabe.
Rodríguez lamenta que cada vez más indígenas sean expulsados o se vean forzados a migrar a las ciudades, donde enfrentan pobreza, discriminación y la pérdida de sus costumbres.
El deterioro de sus condiciones de vida no es un hecho aislado. De acuerdo con la Gobernación de Antioquia, hasta 2019, el 81 % de la población indígena en el departamento presentaba déficit de vivienda, evidenciado en hacinamiento, deterioro estructural y falta de servicios públicos básicos.
Esta situación no solo limita su bienestar, sino que profundiza el sentimiento de exclusión y la pérdida de identidad cultural.
"Muchas de las comunidades que están en territorios de ciudad son víctimas del conflicto, pero revictimizadas en la ciudad. No por el conflicto armado, sino por las instituciones. Usted es indígena, pero allá en el Putumayo; acá en la ciudad no puede serlo", asegura José Adalberto, gobernador del Cabildo Indígena del Área Metropolitana.
El líder advierte que los indígenas que migran a las ciudades siguen siendo invisibilizados, y que el Acuerdo de Paz no ha contemplado las problemáticas urbanas de estas comunidades.
"Por ejemplo, en Medellín hay nueve cabildos indígenas, pero solo uno cuenta con sede propia. Los demás no tienen dónde reunirse ni acceso a equipamientos colectivos. Ese es uno de los grandes retos que el Acuerdo de Paz debe abordar", insiste José Adalberto.