El aumento del salario mínimo en Colombia en un 23,7 %, decretado por el Gobierno nacional, ha generado reacciones encontradas entre gremios empresariales y especialistas en economía, quienes coinciden en que, aunque representa un alivio para los trabajadores formales, también plantea riesgos para el empleo, la informalidad y la sostenibilidad de las empresas, especialmente las micro y pequeñas.
Para Juan Pablo Remolina, director ejecutivo de ProSantander, la principal preocupación radica en el impacto que esta decisión puede tener sobre el empleo formal. Señaló que cerca del 95 % de las empresas en Colombia son micro y pequeñas, lo que limita su capacidad para asumir un incremento de esta magnitud. En su concepto, el aumento podría incentivar la reducción de personal o el paso a la informalidad, afectando especialmente a los desempleados y trabajadores informales, quienes ya enfrentan mayores barreras para acceder a un empleo formal.
Desde el análisis académico, Isabel Cristina Rincón, doctora en Administración y Ciencias Económicas, indicó que el incremento ha suscitado un fuerte debate técnico al ubicarse muy por encima de la inflación y la productividad laboral. Aunque la medida busca mejorar los ingresos de los trabajadores más vulnerables y reducir brechas salariales, advirtió que entidades como Fedesarrollo y diferentes gremios han alertado sobre posibles presiones inflacionarias y efectos negativos en el mercado laboral.
La experta recalcó la necesidad de un trabajo articulado entre empresarios, trabajadores y el Estado para evitar un retroceso en la formalización, en un país donde la informalidad supera el 50 %.
Una visión más favorable fue expuesta por el economista Carlos Andrés Ortiz Navas, quien calificó el aumento como significativo y positivo para los trabajadores formales, al considerar que históricamente este tipo de incrementos se traduce en mayor consumo, circulación de dinero y bienestar general. Aunque reconoció el temor de algunos sectores empresariales por el impacto en sus costos, afirmó que la experiencia reciente en Colombia demuestra que los aumentos del salario mínimo no necesariamente han generado un incremento desmedido de la inflación ni una reducción significativa del empleo formal.
Ortiz también se refirió a la realidad empresarial en Santander, donde predominan los micro y medianos empresarios, quienes enfrentan el reto de ajustar sus modelos de negocio para asumir el aumento salarial.