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A Diomedes se lo llevó la gloria y los demonios: siete años de la muerte de El Cacique de La Junta

Para algunos fue el más grande de la música en Colombia, pero en su espalda, la carga del exceso y el error.

135812_BLU Radio/ Diomedes Diaz. Foto: twitter @DiomedesDiaz
Diomedes Diaz. Foto: twitter @DiomedesDiaz

ADiomedes se lo llevó la parranda, el ron y la mujer, se lo llevó la fama y la estrella. Hace siete años, la figura del Cacique de La Junta desapareció, pero dejó varias cosas: incontables horas de fiestas, decepciones amorosas e infinidad de melodías que retumban aún los parlantes, pero también los pecados cometidos, sus actos imperdonables y hasta misóginos, que fueron traducidos en algunas letras machistas, pero en compases musicales que todos hemos tarareado alguna vez.

Las blasfemias no sólo eran dichas y cantadas, sino ejecutadas con esas mismas manos que se alzaban por el hombre diamante que se rendía mirando al cielo ante la Virgen del Carmen.

Un hombre sinónimo de contradicción y adicción, amado no solo en el Caribe, sino en el interior del país, desde la cachaquería hasta el llanero, desde el paisa hasta el pastuso, y su trascendencia en Venezuela.

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No hubo ni habrá otro Diomedes, irreconocible en una época donde en su espalda cargaba premios y decenas de discos de oro, y diamantes, como el de su famoso diente, pero en la espalda reposaba también la crítica y la autoridad, a la que por más que quiso evadir, un día le alcanzó.

Se cargó de enfermedad, padeció Guillain Barré y se postró en una cama. Se aferraba a esa silla y a la Virgen del Carmen.

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Le prometió una iglesia si lo paraba de ahí. Volver a vivir, como si fuera tan fácil frente a una biblia y su cuerpo sin movimiento. La descripción de esa canción fue poderosa, una síntesis de remordimiento y consuelo, una obra de congregación a la fe católica, una deuda que Valledupar se quedó esperando.

El cóndor herido no pudo descansar sin resarcir sus daños, no logró trascender con realidad en sus letras de amor, se quedó ahí, pero con el consuelo de un país que aún sigue entonando y gritando a viva voz sus canciones.

Doblaron las campanas y fueron más de tres canciones, toda la plata que cayó en sus manos se la gastó en mujeres, bebida y bailando. Y sí, todo el mundo pelea.

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Fue innegable su talento, nadie puede decir que su estrella era desconocida que, desde aquel 26 de mayo, cuando nació un niño en el año 57 y allá en La Junta fue bautizado, hoy se conoce con el nombre deDiomedes. Se supo que la música del Caribe iba cruzar fronteras a través de las ondas de la radio, y las disqueras se iban a abarrotar.

Gustavo Gutiérrez Maestre y Marciano Martínez le entregaron sus mejores canciones, nadie podía interpretarlas como El Cacique, él mismo que hizo más de 180 éxitos de su autoría.

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La eterna parranda de Diomedes, esa que Alberto Salcedo Ramos describió con pulcritud en un texto que se consume cantado, relatando lo que ocurría esa noche en Badillo, con la compañía de esa foto del flaco recién afeitado en la cárcel de Valledupar, su rostro brillante de sudor, un esqueleto amarillo y el aviso del INPEC en las manos. Era el preso 0988. Diomedes, ¡Ay, Diomedes!

Cuántas veces Diomedes acompañó, cuántas borracheras ha nutrido, cuántos matrimonios se han pedido con sus canciones, y cuántos se han desbaratado. Cuánta rabia ha generado en las mujeres que se han sentido agredidas con las letras y con justa causa. Sin excusas que valgan.

"Ay perdona morenita que llegue a estas horas a interrumpir tu sueño si es que estás dormida, pero es que en esta noche siento que mi vida, deambula por la calle un poco resentida, a ver si con mirarte puedo consolarla". Esa y tantas frases que cuesta leerlas sin una entonación. Siete años después de su muerte, da guayabo pensar que murió El Cacique, más guayabo la paradoja de quién era y de lo que seguirá siendo.

Al Cacique se lo llevó la gloria, y se lo llevaron los demonios bailando, se lo llevaron las líneas y las canciones, se lo llevó su cantar con ambiciones en un camino largo, y se lo llevó la plata, sus viejas canciones y como la suerte está echada, lo acompañó la suerte en unas páginas de oro y como decía en una de sus canciones, pero en un diciembre, lo mató el dolor.

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