¿Por qué hablamos distinto según la época? Experto explica cómo funciona el diccionario generacional
El escritor, periodista y director del programa Comunicación Social y Periodismo de la Universidad La Gran Colombia, Amílkar Hernández, explicó cómo las expresiones muestran la transformación de la cultura de generación en generación.
Hablar es más que usar palabras: es revelar de dónde venimos, cómo crecimos y qué historias traemos detrás. Cada generación construye su propio modo de expresarse, desde las frases que usan los abuelos para regañar hasta los códigos que hoy manejan los más jóvenes sin esfuerzo.
Aunque no lo notemos, ese lenguaje también es herencia cultural: viaja de padres a hijos, cambia, se adapta y a veces desaparece. Pero, ¿qué hace que ciertas expresiones sobrevivan décadas y otras se pierdan para siempre?
Familia, referencia.
Foto: Imagen Fx
El periodista, escritor, catedrático y tiktoker Amílcar Hernández, director del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad La Gran Colombia, explicó en En Blu Jeans, de Blu Radio, que las palabras funcionan como huellas de época: “son piezas vivas que cuentan cómo se relacionaban nuestros papás, cómo se regañaba, cómo se celebraba y hasta cómo se nombraba lo prohibido”.
Según Hernández, muchas de estas expresiones “resumen un mundo completo”. Algunas, como cosiánfiro, cuchuflí o dama gris, hoy hacen parte del inventario nostálgico del siglo pasado; otras, como bochinche, guarapazo, ñapa, achicopalado o francachela, aún sobreviven, aunque en desuso.
Las palabras que revelan a cada generación
A partir de su investigación para un artículo en la revista Quién y Qué, Hernández recopiló un listado de expresiones que marcaron a las generaciones anteriores:
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Foto: generada por Image Fx
Cosiánfiro: palabra comodín que sirve para nombrar “esa cosa” indeterminada.
La dama gris: la patrulla de la Policía donde llevaban a los detenidos.
Achicopalarse: ponerse triste o bajito de nota.
Botaratas: el gastador compulsivo.
Fantoche: quien aparenta lo que no es.
Antro: antes, un sitio peligroso; hoy, para los jóvenes, un bar elegante.
Guarapazo / tiestazo / tramacazo: golpes que “duelen solo de oírlos”.
Ñapa: el extra que se da en las plazas de mercado.
Según el experto, escuchar estas palabras es asomarse a un álbum familiar lingüístico: lo que se decía para regañar (“no sea majadero”), para advertir (“no se meta en ese antro”), para celebrar (“qué buena pachanga”), o para describir al otro (“ese tipo es un pelmazo”).
Cuando el lenguaje también cambia de generación en generación
Algunas expresiones, comenta Hernández, comenzaron a transformarse con la llegada de nuevas dinámicas sociales. Por ejemplo:
Drama, o show, sustituyen hoy a cantaleta.
'Bendi' reemplaza a “mi bendición”.
Antro se resignifica en los jóvenes como un lugar de rumba.
'Jincho' sigue vigente como sinónimo de “borracho”.
Achantado, o quedado, siguen expresando tristeza o falta de ánimo.
Lo que las palabras dicen de nosotros
En tiempos de redes, emojis y abreviaturas, entender de dónde vienen nuestras expresiones es también entender nuestra propia historia familiar y cultural. Y quizá, al recordar un cosiánfiro o una francachela, volvamos por un momento a la voz de nuestros papás, nuestros abuelos o ese pasado que aún nos habla… aunque sea con palabras que ya casi nadie usa.
Para Hernández, este recorrido muestra que el lenguaje no solo cambia: explica quiénes somos y cómo hemos sido educados. Cada palabra trae detrás costumbres, prohibiciones, afectos, incluso la forma como antes se veía la autoridad, el castigo o la fiesta.
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“Las palabras no desaparecen del todo; se transforman con quienes las usan”, concluye el experto.