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Evangelio de hoy: 31 de enero de 2024

Conozca el evangelio y la palabra de Dios de este miércoles, 31 de enero.

45167_Jesucristo/Religión Foto: EFE
Jesucristo/Religión Foto: EFE

Evangelio del día


Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,1-6):
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Palabra del Señor

Lectura del día


Lectura del segundo libro de Samuel (24,2.9-17):
En aquellos días, el rey David ordenó a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él: «Id por todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, a hacer el censo de la población, para que yo sepa cuánta gente tengo.»
Joab entregó al rey los resultados del censo: en Israel había ochocientos mil hombres aptos para el servicio militar, y en Judá quinientos mil.
Pero, después de haber hecho el censo del pueblo, a David le remordió la conciencia y dijo al Señor: «He cometido un grave error. Ahora, Señor, perdona la culpa de tu siervo, porque ha hecho una locura.»
Antes que David se levantase por la mañana, el profeta Gad, vidente de David, recibió la palabra del Señor: «Vete a decir a David: "Así dice el Señor: Te propongo tres castigos; elige uno, y yo lo ejecutaré."»
Gad se presentó a David y le notificó: «¿Qué castigo escoges? Tres años de hambre en tu territorio, tres meses huyendo perseguido por tu enemigo, o tres dias de peste en tu territorio. ¿Qué le respondo al Señor, que me ha enviado?»
David contestó: «¡Estoy en un gran apuro! Mejor es caer en manos de Dios, que es compasivo, que caer en manos de hombres.»
Y David escogió la peste. Eran los días de la recolección del trigo. El Señor mandó entonces la peste a Israel, desde la mañana hasta el tiempo señalado. Y desde Dan hasta Berseba, murieron setenta mil hombres del pueblo. El ángel extendió su mano hacia Jerusalén para asolarla.
Entonces David, al ver al ángel que estaba hiriendo a la población, dijo al Señor: «¡Soy yo el que ha pecado! ¡Soy yo el culpable! ¿Qué han hecho estas ovejas? Carga la mano sobre mí y sobre mi familia.»
El Señor se arrepintió del castigo, y dijo al ángel, que estaba asolando a la población: «¡Basta! ¡Detén tu mano!»
Palabra de Dios

Reflexión


En este pasaje del evangelio, según San Marcos, se observa cómo Jesús regresa a su propio pueblo y enfrenta una respuesta sorprendente por parte de sus conciudadanos. A pesar de su sabiduría y los milagros que realizaba, la gente se muestra escéptica y cuestiona la fuente de su autoridad, ya que lo conocían como el carpintero, el hijo de María, y el hermano de algunos de ellos.

La reacción de la gente ilustra una verdad común: a veces, es difícil para aquellos que nos conocen desde siempre reconocer el cambio y la autoridad en nosotros. Jesús, aludiendo al dicho popular de que "nadie es profeta en su tierra", señala cómo la familiaridad puede llevar al desprecio. La incredulidad de la gente en su propio entorno limita la obra de Jesús en su pueblo.

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Aunque la falta de fe de la gente impide que Jesús realice milagros significativos en su tierra natal, no deja de enseñar y curar a algunos enfermos. Este episodio nos invita a reflexionar sobre cómo la falta de apertura y fe puede restringir la acción divina en nuestras vidas.

En nuestra propia experiencia, a veces, aquellos que nos conocen desde siempre pueden tener dificultades para ver el crecimiento espiritual o el cambio en nosotros. La cercanía puede nublar la percepción de la transformación que Dios obra en nuestras vidas. Por lo tanto, es esencial recordar que, aunque el reconocimiento humano puede ser limitado, la obra de Dios en nosotros es real y poderosa.

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Esta narrativa también nos anima a no permitir que la falta de fe de los demás nos desanime en nuestro caminar con Cristo. En lugar de centrarnos en la incredulidad de quienes nos rodean, debemos continuar proclamando la verdad y demostrando el amor de Cristo a través de nuestras acciones.

En resumen, este pasaje nos insta a ser conscientes de la importancia de la fe, tanto en nuestro propio crecimiento espiritual como en nuestra relación con los demás. Aunque la familiaridad pueda generar escepticismo, nuestra fe en Jesucristo debe ser la guía que dirige nuestras acciones y nos impulsa a compartir la verdad del Evangelio, incluso cuando enfrentamos la incredulidad en nuestro propio entorno.

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