La décima misión de prueba de Starship, el ambicioso cohete reutilizable de SpaceX, no solo cumplió con todos los objetivos marcados, sino que dejó una imagen inusual y desconcertante: la nave regresó del espacio cubierta por un extraño tono anaranjado. A pesar del silencio oficial de la empresa liderada por Elon Musk, internet se ha llenado de teorías que intentan explicar este nuevo "look espacial".
El fenómeno fue captado por una boya de seguimiento en el océano Índico, que transmitió en directo las imágenes del amerizaje. En ellas, se aprecia cómo la nave, conocida como Ship 37, presenta un llamativo color naranja, especialmente en la zona inferior. Este detalle ha despertado la curiosidad tanto de aficionados como de analistas del ámbito aeroespacial, quienes han comenzado a investigar las posibles causas del misterioso cambio cromático.
Lejos de tratarse de un accidente, este peculiar resultado parece ser el reflejo de una serie de experimentos extremos a los que fue sometido el vehículo durante el vuelo. A diferencia de sus predecesores inmediatos, los vuelos 7, 8 y 9, que no lograron ejecutar una reentrada controlada, el vuelo 10 ha sido un banco de pruebas crucial para evaluar el rendimiento del escudo térmico reutilizable, uno de los componentes más críticos del diseño de Starship.
Durante la misión, la nave se enfrentó a condiciones especialmente exigentes: un ángulo de reentrada más agresivo, la retirada intencional de losetas térmicas en ciertas zonas del fuselaje y la incorporación de nuevas tecnologías experimentales, como losetas metálicas y otras con refrigeración activa. Todo esto permitió que SpaceX obtuviera una cantidad invaluable de datos sobre el comportamiento térmico de la nave en situaciones límite.
Una de las teorías más sólidas sobre el color naranja apunta precisamente a estas innovaciones. Analistas como Scott Manley han sugerido que una de las losetas con sistema de refrigeración activa, ubicada en la parte superior del escudo térmico, podría haber sufrido una fuga durante la reentrada. El fluido refrigerante, posiblemente metano del propio cohete, habría salido al exterior y, al entrar en contacto con el plasma generado por la fricción atmosférica, se habría incendiado. El resultado sería una delgada capa de residuos quemados que se asentó sobre el fuselaje, dejando la característica estela anaranjada en forma de cono.
Esta teoría cobra aún más fuerza si se considera que la ubicación de esa loseta experimental coincide perfectamente con el vértice del área teñida. Sin embargo, no es la única explicación sobre la mesa. Otra posibilidad es que las losetas metálicas, expuestas a temperaturas extremas, hayan sufrido un proceso de oxidación superficial, dejando ese acabado similar al óxido sin comprometer la integridad del sistema.
Lo que parece descartarse casi por completo es la hipótesis de una ablación accidental. A diferencia de otros escudos térmicos que se desgastan intencionadamente para disipar calor, las losetas cerámicas de Starship están diseñadas para ser reutilizables. Si se hubieran degradado al punto de exponer el material ablativo interno, el resultado habría sido un fallo grave y visible en la estructura, lo cual no ocurrió.
De hecho, la nave no solo sobrevivió, sino que lo hizo en perfecto estado de maniobrabilidad. Tras desplegar ocho simuladores de satélites Starlink en órbita, Starship encendió su motor para iniciar la reentrada y realizó todas las maniobras programadas con éxito. Según Elon Musk, este tipo de pruebas extremas son fundamentales para mejorar el diseño y alcanzar la viabilidad total de un cohete totalmente reutilizable.
Así, lo que en un principio parecía un desperfecto visual se revela como una consecuencia lógica de un experimento llevado al límite. Starship 37 no solo ha resistido una reentrada especialmente dura, sino que ha regresado con marcas visibles de su paso por el infierno atmosférico: un naranja brillante que, más que alarma, representa avance.