Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reciba notificaciones de Blu Radio para tener las principales noticias de Colombia y el mundo.
No activar
Activar

Publicidad

Venezolanos en Cúcuta: peregrinos sin retorno

Inocentes niños, adultos frustrados y mercaderes de sueños intentan cruzar por ‘el puente del adiós’.

314516_Blu Radio. Venezuela. Foto. Blu Radio
Blu Radio. Venezuela. Foto. Blu Radio

Pasajeros que viajan con destino a Bogotá, Ecuador, Perú y Chile”, se escucha en el paso fronterizo entre Venezuela y Villa del Rosario, en el Puente Internacional Simón Bolívar, frontera con el vecino país.
 

Una flota, un camión, unos zapatos o, inclusive, unas chancletas son los medios con los que miles de venezolanos cruzan la frontera con Colombia e intentan desplazarse, ya sea para el interior del país o bien para Perú o Ecuador, nuestro destino. 
 
BLU Radio se puso en los zapatos de algunos venezolanos que salen de su país para buscar nueva vida fuera de su nación. En pequeños trayectos acompañamos a aquellos que intentan deshacerse de la hegemonía y doctrina de Nicolás Maduro. 

 

Para Rumichaca el pasaje está costando 275.000 pesos, para Quito, 330.00 y Guayaquil, 365.000. Son dos días de viaje. A Boquilla cuesta 410.000 pesos”, señalan jóvenes reclutadores de pasajeros.

Publicidad

Vea aquí: Con “sus ahorros”, Maduro y su esposa compraron “lingoticos” de oro
 
La primera parada es Cúcuta. De acuerdo con Migración Colombia, del ingreso de casi 1.500.000 venezolanos que pisan suelo nacional, unos 600.000 lo hacen como tránsito hacia Chile, Perú y Ecuador. Los demás buscan refugio en nuestro país. 
 
Venezuela está fuerte, lo que queremos decir a los colombianos y ecuatorianos es que cuando vean a un venezolano le tiendan la mano. Nosotros le tendimos la mano a esos amigos que trabajaban en el mercado principal de Mérida, en Venezuela. Aquellas personas que hacían el mercado informal. Entonces queremos que abran las puertas, que ayuden a los venezolanos en esta situación tan crítica por la que estamos pasando. Animadores, abogados, ingenieros, estamos buscando una mejor calidad de vida que en Venezuela. Lamentablemente no pudimos encontrarla por una mala gestión de Nicolás Maduro”, manifiesta Alejandro Martínez, un joven migrante cuyo destino es Ecuador.
 
Pero Cúcuta es casi que el paso obligado para cualquiera de esas opciones. En la capital de Norte de Santander el flujo es permanente y es donde se empieza a alivianar el flagelo del hambre y la pobreza que se vive en medio del régimen de Maduro. 
 
“Actualmente estamos vendiendo tortas y los fines de semana también trabajo con música en vivo, soy cantante”, relata Deivid Jaramillo, un músico de pasado próspero que hoy es comerciante informal en el puente internacional. 

Publicidad

 
Unos 90.000 venezolanos ingresan a Colombia, pero residen en su país natal. Son denominados pendulares, llegan al denominado rebusque y vuelven a salir. Deivid es músico y cantante tenor. Junto a su esposa elegante y de un pasado próspero hoy venden tortas en el Puente Simón Bolívar. Entre los dos alcanzan a reunir entre 15.000 y 20.000 pesos diarios cuando la venta del día está buena. 
 
Para ellos no importa la crisis. Deivid busca enamorarla todos los días y hacer más suave la vida. Canta una reconocida canción de salsa al oído de su esposa que se sienta a su lado y le apoya con el trabajo. Así, toma el canto como un objeto para calmar la tristeza y hacer más suave su labor.  
 
A unos metros del puente está un hogar de paso perteneciente a la Diócesis de Cúcuta, en ese lugar se atienden al menos 2.000 personas diarias que cruzan la frontera y son atendidos, otorgándoles alimento, medicina, y, en ocasiones, prendas de vestir. 
 
Diariamente entregamos más de 4.500 raciones de comida incluido el desayuno y el almuerzo. Hemos querido ayudarlos dándole alimento ya que muchos no consiguen el sustento de lado venezolano”, manifiesta Jean Carlos Andrade, abogado del hogar de paso ‘La Divina Providencia’.  
 
Las filas de ciudadanos venezolanos son extensas cada día y la orden de la diócesis es no dejar a nadie sin comer. En medio de una rumba, los niños, las mujeres con bebés, los ancianos, las personas discapacitadas, tienen la prioridad para recibir su comida, su atención médica y sus medicamentos. Fabiola Ruíz lleva en su mano la batuta de la cocina, tiene el escapulario en la otra confiando que alcance el alimento para todos. 
 
Empezamos desde las seis de la mañana, vienen, reciben un chocolate, una avena, café con leche, o lo que haya con pan o pan con salchichón”, cuenta la mujer. 
 
Aún con las dificultades, son los mismos voluntarios, principalmente hombres de Venezuela, quienes ayudan a hacer los oficios e incluso uno de ellos, Alan González, es el propio Chef y quien pone la sazón venezolana en el centro de paso. 
 
“Hoy hicimos un pollo al fricasé. Es un plato internacional y hay que darles lo mejor”, manifiesta el hombre que cocina para sus conciudadanos. 
 
En esta frontera, el rebusque es el desayuno, el almuerzo y la comida. Doña Eoconda Ramírez llegó desde Carabobo y vende el almuerzo a sus compatriotas. 3.000 pesos: una bandeja de icopor, que puede costar 300 pesos, una porción de pollo, arroz y pasta para aliviar el hambre a un costo que, aun siendo bajo, a muchos sus monedas no les alcanza.
 
Yo vendo más que todo el pollo, que es lo que más le gusta a la gente. Vendo 20 almuerzos, en total son 60.000 pesos, le invierto la mitad, gano 30.000 y pues para enviar a Venezuela no es mucho, pero tratamos de vender y enviar aunque sea 20.000, aunque no es mucho, sí resuelve en algo”, precisa.
 
Desde la terminal de Cúcuta, algunos ciudadanos venezolanos pueden lograr un pasaje para cualquiera de sus destinos. El recorrido siguiente será la ciudad de Pamplona, un municipio de baja temperatura donde los caminantes se resguardan por unas horas y se preparan para el mayor reto: El Páramo de Berlín.
 
 

  • Publicidad