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El vandalismo no puede restar valor ni legitimidad a las manifestaciones de colombianos indignados

La corrupción y la violencia son enemigos a los que todos tendríamos que oponernos.

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Alberto Linero
Foto: Instagram @PLinero

De las muchas imágenes que nos quedan de las manifestaciones de rechazo a lareforma tributaria y el correspondienteparo nacionalque se realizó el día de ayer, quiero fijar la atención en algunos hechos que evidencian el talante íntegro y ético de muchos de los marchantes.

En un video que circuló en las redes sociales, se ve cómo algunos ciudadanos llevan de regreso los objetos que habían sido robados de un almacén en Cali, oponiéndose así al saqueo del establecimiento comercial. Una apuesta valiente por demostrar que aún en la indignación y el descontento es preciso que prevalezcan los valores que se le exigen a los dirigentes.

En otro lugar la manifestación se detuvo a aplaudir, cantar y alentar al personal médico que está enfrentando la pandemia en la primera línea. Un reconocimiento que no solo sirve de contraste del auténtico servicio público, sino que evidencia también el sentido humano de las movilizaciones.

También están los videos de la Plaza de Bolívar donde algunos de los manifestantes ayudaron a la Policía a acomodar las vallas y lonas que protegían la sede de la alcaldía deBogotá.Gesto que nos recuerda que en las democracias el bien público es propiedad de los ciudadanos.

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En el centro de Cali varios manifestantes evitaron que fuera saqueado uno de los almacenes afectados durante la jornada. Una autorregulación que necesitamos aprender y aplicar en muchos otros escenarios en los que, sin que sea preciso el enfrentamiento, podemos hacer valer la cultura que nos identifica y el tipo de sociedad que deseamos.

Incluso en algunas poblaciones más pequeñas la organización de los manifestantes fue tal que aún en la protesta se exigieron guardar el distanciamiento y el autocuidado necesario para evitar posibles contagios y aumentar el impacto de la pandemia.

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El vandalismo no fue el centro de la jornada. Y las acciones ilegales de quienes dañaron o destruyeron bienes públicos o privados, que rechazamos firmemente, no le restan valor y legitimidad a las manifestaciones de tantos colombianos indignados por lo que consideran inaceptable.

Tenemos que tener claro que la corrupción y la violencia son enemigos a los que todos tendríamos que oponernos, y que la tarea de convivir con justicia y construir la paz impide estar a favor de ese tipo de prácticas, vengan de quien vengan.

Escuche la reflexión y el análisis de Alberto Linero:

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