Investigan a esteticista por aplicar bótox a 28 mujeres: se reportan complicaciones graves
Lo que parecía un simple tratamiento estético terminó en una emergencia médica.
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Un tratamiento estético que prometía rejuvenecer terminó por convertirse en una pesadilla para al menos 28 mujeres en el noreste de Inglaterra. Las autoridades sanitarias investigan a Gemma Gray, dueña de Belissimo Aesthetics, por administrar inyecciones con un producto no aprobado, lo que ha desencadenado una serie de complicaciones médicas, incluidas hospitalizaciones, diagnósticos de botulismo y, en al menos dos casos, situaciones que casi terminan en tragedia.
Una de las afectadas es Kaylie Bailey, madre de tres hijos, quien pagó 75 libras esterlinas (unos 100 dólares) por tres inyecciones de lo que creyó era bótox. Días después, comenzó a experimentar visión borrosa. Lo que en un principio fue diagnosticado como ptosis —descenso del párpado superior— evolucionó rápidamente a un caso grave de botulismo, una enfermedad potencialmente mortal causada por una toxina bacteriana.
Bailey terminó en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Royal de Sunderland tras sufrir un paro cardiopulmonar. Estuvo tres días hospitalizada y, aunque logró sobrevivir, aún debe usar un parche ocular debido a las secuelas. “Recuerdo estar acostada en la cama pensando: ‘Me estoy muriendo aquí y no quiero’”, declaró a la BBC. Al contactar a la esteticista, Gray le dijo que se trataba de “un problema a nivel nacional con el producto”.
Otra víctima, Paula Harrison, de 54 años, también madre de tres hijos, se sometió a un tratamiento de relleno debajo de los ojos y poco después comenzó a experimentar una grave reacción: la garganta se le cerraba y no podía tragar alimentos. “Gray está jugando con la vida de la gente”, denunció. “Por suerte, estoy bien, pero podría haber muerto”.
Ambas mujeres fueron tratadas con una antitoxina luego de que se confirmara que el producto utilizado era Toxpia, un tipo de sustancia antiarrugas no autorizada para su uso en el Reino Unido. Según testigos, Gemma Gray lo promocionaba como “un nuevo tipo de bótox”, sin advertir a sus clientas que se trataba de un producto sin licencia sanitaria.