Evangelio de hoy: 24 de diciembre de 2023
Conozca el evangelio y la palabra de Dios de este domingo, 24 de diciembre.
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Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,67-79):
En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, se llenó de Espíritu Santo y profetizó diciendo:
«“Bendito sea el Señor, Dios de Israel”,
porque ha visitado y “redimido a su pueblo”,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la “misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza”
y “el juramento que juró a nuestro padre Abrahán” para concedernos
que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante “del Señor a preparar sus caminos”,
anunciando a su pueblo la salvación
por el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
Palabra del Señor
Lectura del día
Lectura del segundo libro de Samuel (7,1-5.8b-12.14a.16):
Cuando el rey David se asentó en su casa y el Señor le hubo dado reposo de todos sus enemigos de alrededor, dijo al profeta Natán:
«Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios habita en una tienda».
Natán dijo al rey:
«Ve y haz lo que desea tu corazón, pues el Señor está contigo».
Aquella noche vino esta palabra del Señor a Natán:
«Ve y habla a mi siervo David: "Así dice el Señor: ¿Tú me va a construir una casa para morada mía?
Yo te tomé del pastizal, de andar tras el rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. He estado a tu lado por donde quiera que has ido, he suprimido a todos tus enemigos ante ti y te he hecho tan famoso como los grandes de la tierra. Dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que resida en él sin que lo inquieten, ni le hagan más daño los malvados, como antaño, cuando nombraba jueces sobre mi pueblo Israel. A ti te he dado reposo de todos tus enemigos. Pues bien, el Señor te anuncia que te va a edificar una casa.
En efecto, cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré su reino. Yo seré para él un padre, y él será para mi un hijo.
Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mi; tu trono durará para siempre"».
Palabra de Dios
Reflexión
Si el Señor no construye la casa
Queridos hermanos, paz y bien.
Este año el almanaque es un poco caprichoso. Se ajustan los tiempos, y este cuarto domingo, por la mañana, será Adviento y por la tarde, Navidad. Cosas del calendario.
Porque llegamos al final del Adviento. Y, ¿qué es? – ¿qué ha sido? – el Adviento para nosotros. Lo cuenta muy bien el Libro del Apocalipsis, cuando Jesús dice: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3, 20). ¿Hemos oído la voz de Jesús? ¿Le hemos franqueado nuestra puerta? Si no es así, todavía estamos a tiempo en estos pocos días que nos quedan para la Navidad. Jesús dice inmediatamente antes: "Sé, pues, ferviente y arrepiéntete" Por ahí va su consejo y eso es el Adviento. Pero es cierto que el tiempo se va agotando y que la llegada del Niño Dios ya está ahí. Su cercanía abre nuestros corazones al amor y a la concordia. El gran milagro – repetido anualmente – es que ese Niño ablanda los corazones de los hombres y los prepara para ser mejores, para estar más cercanos de sus semejantes. Los últimos días – las últimas horas – de este Adviento nos deben servir para no poner barreras entre los designios amorosos de Dios y nuestras capacidades para hacer al bien a todos.
La iniciativa es, al parecer, de David y el profeta Natán le animará a ello. Le duele que el arca de Dios esté en una tienda, mientras Él, el rey, vive en una casa de cedro, en un palacio. Pero Dios, le dice a David: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? No es que Dios rechace la generosidad de David, sino que le ofrece la oportunidad de manifestársele de una forma nueva. El Señor es quien construye la casa y va a construirle a David su verdadera Casa, que es mucho más que ese palacio de cedro en donde habita. Y se lo manifiesta con varios verbos en primera persona: “Yo te saqué… Yo estaré contigo… Yo te pondré en paz. Yo te daré una dinastía, yo afirmaré después de ti la descendencia y consolidaré su realeza, tu casa y tu reino durarán por siempre”.
Los seres humanos somos seres incompletos y todo lo que hacemos lleva la marca de nuestra imperfección. Queremos hacernos una casa, formar una familia, constituir una comunidad, entablar una amistad, establecer una relación, y cuando menos lo esperamos, descubrimos su inconsistencia, vemos cómo se resquebraja nuestro sueño, cómo se nos hunde el proyecto o se enfrenta a dificultades imprevistas y ante las cuales nos sentimos no preparados.
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En estos días del año las familias se reúnen, pero también detectan sus puntos débiles y sus contradicciones internas; en estos días la casa se convierte para nosotros en un punto de atracción, pero nos surge la nostalgia, el anhelo de algo que pudo ser o fue y ya no es o no puede ser. Hay casas muy poco consistentes. Hay hogares en los cuales la historia se desmadeja, las tradiciones se pierden, o se mueren de puro repetitivas. Formar una casa es la tarea más digna del ser humano. Pero ¿Quién construirá una casa así?
Tenemos un buen modelo en María. El pasado día 8 reflexionamos sobre su Inmaculada Concepción. Hoy se nos vuelve a presentar el mismo Evangelio, y lo podemos revisar desde la perspectiva del final del Adviento. Es lo bueno de la Palabra, que resuena de mil maneras distintas, aunque sea la misma.
María es mujer de esperanza. Sabe que Dios –aunque no se sepa cómo- cumple su promesa y que todo acontece según el plan divino. A su ritmo. A su tiempo. María asume su misión, la de anunciar al mundo todo lo que Dios puede hacer en los pobres que se confían a su Amor.
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Cuando sentimos que todo se derrumba, cuando nos parezca que Dios no cumple sus promesas, cuando creamos que este no era el matrimonio soñado, o la comunidad o Congregación anhelada, o la Iglesia deseada… Cuando nos parezca que la casa está medio en ruinas y quizá tengamos la tentación de irnos a otra casa, miremos a María. Digamos “Fiat” (¡hágase!) a la Promesa de Dios… ¡Que si el Señor no construye la casa! Él quiere asumir todo el protagonismo. ¿Por qué no confiar en Él que es nuestro Padre, nuestro Creador? ¡Él proveerá!
Y, en fin, que María, que creyó en el Ángel, nos facilite el camino hacia la llegada de Jesús, que sepamos, estos pocos días que nos quedan hasta la Natividad del Señor en disponer nuestros corazones para mejor recibirle. Terminemos, pues, nuestra reflexión de hoy de la mejor forma posible: ¡Ven, Señor; no tardes!
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