“Si pedía ayuda, me mataban”: el infierno que vivió Allison Vivas, engañada por su amiga en México
Su cautiverio terminó cuando un operativo policial allanó el lugar y todas las mujeres fueron detenidas.
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Allison Vivas compartió su experiencia como sobreviviente de una red internacional de trata de personas en Relatos al Límite, luego de ser engañada por una amiga con una oferta laboral falsa en México. Su historia, que ella misma califica como un "infierno", busca concientizar y salvar vidas.
Todo comenzó hace casi nueve años, cuando una amiga cercana de Allison, quien ya se encontraba en México, empezó a publicar en redes sociales una vida de lujos, viajes y playas, sembrando la idea de una oportunidad laboral en un restaurante con horarios cómodos y buen salario. Proveniente de una familia de escasos recursos en Colombia, Allison vio en esta oferta la posibilidad de cumplir sus sueños: estudiar, comprarle una casa a su madre y tener un mejor futuro.
"Las condiciones socioeconómicas también ayudan mucho a que tú creas en este tipo de cosas", afirmó Allison, quien, confiando ciegamente en su amiga, tomó la decisión de viajar sin informar a su madre hasta estar "en un lugar seguro".
Al llegar a Cancún, fue recibida por un hombre de apariencia poco amable, pero que no la maltrató. Junto con otra joven colombiana, fue llevada a una casa en un fraccionamiento privado. Allí, con el pretexto de realizar trámites para un contrato laboral, le pidieron su pasaporte, que ella entregó voluntariamente.
El engaño se hizo evidente al ver el "contrato": una deuda inicial de más de 40 millones de pesos colombianos por conceptos de pasaporte, tiquetes, hospedaje y comida. "Hasta que no pagues tu deuda no puedes empezar a recibir un sueldo completo", explicó.
Allison fue forzada a trabajar en un restaurante-bar que funcionaba como fachada para la explotación sexual. Sus "funciones" incluían sentarse con clientes y ofrecer servicios sexuales bajo un sistema de multas constantes: por negarse a trabajar, por estar enferma, por no bailar en shows obligatorios o por no mostrar una actitud "productiva".
La jornada era extrema: de 2:00 p.m. a 5:00 a.m., casi todos los días. Las víctimas estaban constantemente vigiladas, sin libertad de movimiento y sin acceso al dinero, ya que los supuestos "tips" que recibían eran en forma de billetes didácticos sin valor.
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Allison relató la impotencia de sentirse atrapada: "Yo no quería hacer un escándalo de 'sáquenme de aquí' porque yo sabía que me iba a ir en un cajón o simplemente me desaparecían". Perdió la autonomía sobre su propio cuerpo, incluso cuando contrajo una infección estomacal grave que requirió hospitalización, cuyo costo también le fue añadido a su deuda.
Además, cuestionó la complicidad o indiferencia de las autoridades locales: "Cuando tú ves que la policía entra a un lugar de esos y ves que todas son colombianas o que todas son extranjeras... ¿no te parece rarísimo?".
Su cautiverio terminó cuando un operativo policial allanó el lugar y todas las mujeres fueron detenidas. Sin embargo, la "liberación" fue otro calvario. Relata que el trato durante la deportación fue inhumano: encierro en celdas sobrepobladas, falta de higiene, comida en mal estado y condiciones denigrantes. "No nos dieron el mínimo de dignidad humana, ni siquiera para deportarnos".
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Lo más grave fue que, bajo presión, las hicieron firmar un "amparo" que exoneraba a sus captores de cualquier responsabilidad, liberándolos efectivamente. "Él está haciendo exactamente lo mismo desde el 2011. En muchos países... lo han encerrado mil veces y nunca pasa nada", denunció.
De regreso en Colombia, y tras un difícil proceso de recuperación, Allison decidió convertir su dolor en un propósito. Al compartir su historia, recibió cientos de mensajes de otras víctimas que se sintieron identificadas.
Actualmente, se define no como una víctima, sino como una sobreviviente, y se dedica al activismo contra la trata de personas. Forma parte del movimiento "La Empatía es Gratis", donde buscan ayudar a personas en condición de vulnerabilidad.
Allison hace un llamado a la conciencia colectiva: "Si no hay clientes, no hay demanda, no hay negocio". Insiste en la necesidad de informarse y entender que la trata de personas no solo es explotación sexual, sino también laboral, matrimonios serviles y otras modalidades.