Comunidades indígenas Awá de por lo menos cinco resguardos, en límites entre los municipios de Barbacoas y Ricaurte, en el piedemonte costero de Nariño, llegaron atemorizados hasta el corregimiento de Altaquer y aseguraron que huyeron de su territorio porque no cuentan con garantías de seguridad; ya que temen por sus vidas.
Ellos manifestaron que, desde hace más de tres semanas, movilizarse en el territorio para hacer sus actividades cotidianas se convirtió en un desafío a la muerte, por la presencia de los grupos armados ilegales.
Los más de 3.000 indígenas de la comunidad awá, por el momento, están en albergues improvisados, en donde hace falta de todo para suplir sus necesidades básicas.
El miedo está presente en sus rostros, no quieren que los graben por temor a las represalias de los grupos armados e indicaron que la muerte los acecha siempre, por los continuos combates entre guerrilleros del ELN y subversivos de la Segunda Marquetalia de las Farc, que llegaron a la zona para apoderarse de uno de los corredores estratégicos que permiten la salida al Pacifico colombiano.
Líderes indígenas que pidieron no revelar su identidad, expresaron que nadie los ha escuchado y que temen por la vida de centenares de familias que no lograron salir de sus resguardos, tras la confrontación armada que en las últimas horas se intensificó.
Ellos dijeron que el pasado 11 de junio llegaron hombres fuertemente armados y se escucharon disparos en la parte alta de la montaña del resguardo Magüí, lo que provocó pánico entre las comunidades; especialmente niños y personas de la tercera edad.
Las comunidades aborígenes de los resguardos, Magüí, Chagüí-Chimbuza, Vegas y San Antonio, entre otros, manifiestan que las confrontaciones en sus resguardos indígenas aumentaron; e indicaron que están viviendo en carne propia el abandono estatal, porque la guerra pareciera anclarse a sus territorios.
Uno de los líderes que pidió reserva en su identidad dijo que ya no aguantan más, porque los grupos armados ilegales llegan a sus resguardos se imponen sus leyes y nadie puede decir nada, porque corre el peligro de ser expulsado o condenado a muerte.
Otro líder aseguró que las comunidades están padeciendo hambre, porque hay temor a salir a los campos por culpa de la siembra de las minas antipersonales, que les impide recorrer sus parcelas para coger el plátano y otros productos que son la base de su alimentación.
Ya no se puede llevar a cabo las faenas de pescar de noche, porque hay miedo a que les disparen desde el monte. Por eso hicieron un nuevo llamado a la comunidad nacional e internacional para que los ayuden, porque están seguros que ya no aguantan más esa situación de confinamiento y desplazamiento.
Para el defensor regional del Pueblo del Pacifico, estos combates indiscriminados entre grupos armados ilegales claramente violan el derecho internacional humanitario, porque de manera recurrente ponen en peligro la población civil -mayormente indígena- del piedemonte costero nariñense.
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