La historia de Jorge Manrique, de periodista de El Espectador a rescatista en la tragedia de Armero
Cuarenta años después, el testimonio de Jorge Manrique continúa siendo una de las crónicas más vívidas y conmovedoras de aquella madrugada.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
La noche del 13 de noviembre de 1985 quedará marcada en la historia de Colombia como una de las tragedias más devastadoras del siglo XX. Tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz, el municipio de Armero, en el departamento del Tolima, desapareció bajo toneladas de lodo y escombros.
Al amanecer del día siguiente, entre los primeros en llegar al lugar estuvo Jorge Manrique, reportero de El Espectador, quien viajó desde Bogotá con destino a Manizales pocas horas después de conocerse la emergencia.
Manrique emprendió el viaje alrededor de la medianoche, cuando aún no se conocía la magnitud real del desastre. Al amanecer, al llegar a Mariquita, el equipo periodístico encontró el primer signo de la catástrofe: el puente que comunicaba este municipio con Fresno había sido completamente destruido por la creciente del río Gualí. Desde ese momento comprendieron que algo mucho más grave había ocurrido.
La comunicación con Armero estaba totalmente interrumpida. Las autoridades advirtieron a los periodistas que avanzar hacia la zona era bajo su propio riesgo. Aun así, el grupo decidió continuar. Hacia las seis y media de la mañana del 14 de noviembre, llegaron finalmente al lugar donde antes se levantaba la ciudad.
Ante sus ojos se extendía un inmenso campo de lodo y desolación. Armero, con sus 29.000 habitantes, había desaparecido. Entre el barro se observaban cuerpos, sobrevivientes heridos y personas clamando ayuda. La tragedia se mezclaba con el silencio de lo que, horas antes, había sido una comunidad próspera.
“Ante nosotros se extendía un inmenso playón de lodo y silencio. Una ciudad de 29.000 habitantes había desaparecido. Había cuerpos cubiertos de barro, personas heridas, sobrevivientes que pedían ayuda. La sangre y el lodo se confundían en la piel de quienes habían logrado escapar de la avalancha”, recordó Jorge Manrique Grisales en conversación con Blu Radio.
Durante su recorrido, Manrique y su equipo decidieron regresar para intentar transmitir la información. Sin embargo, en el camino encontraron decenas de personas que intentaban evacuar. Los helicópteros no eran suficientes para atender la magnitud del desastre. En ese momento, el periodista dejó de lado su labor informativa para sumarse a las tareas de rescate. Según relataría después, ayudó a evacuar a un niño de brazos cuya madre estaba herida, trasladándolo hasta la carretera para ponerlo a salvo.
Publicidad
“Allí se percibía la angustia general. Todo el país esperaba noticias de Armero. En medio del caos, dejé de ser reportero para convertirme, sin pensarlo, en rescatista: saqué a un niño de brazos cuya madre tenía una profunda herida en el tobillo. Lo llevé hasta la carretera”, recordó.
Cuando logró reencontrarse con otros colegas de la prensa, Manrique estaba cubierto de barro y apenas podía ser reconocido. “Soy Jorge Manrique, de El Espectador”, les dijo, antes de narrar el difícil camino que lo había llevado hasta lo que horas antes era Armero, una ciudad que la naturaleza borró del mapa en cuestión de minutos.
Cuarenta años después, el testimonio de Jorge Manrique continúa siendo una de las crónicas más vívidas y conmovedoras de aquella madrugada en la que el Nevado del Ruiz cambió la historia de Colombia para siempre.