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Linero: No podemos confiar ciegamente en nadie

Debemos educar a nuestros hijos sobre los riesgos que enfrentan en el mundo. Conversaciones abiertas y honestas sobre temas delicados como la seguridad personal, no confiar en nadie y el respeto por sus cuerpos son fundamentales.

Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: Blu Radio.

Hay textos que prefiero evitar. Ayer, lo confirmé nuevamente al encontrarme con las publicaciones de los mensajes de un pedófilo y proxeneta que ofrecía a las víctimas. Las expresiones son aberrantes, llegando al extremo de deshumanizar a una niña, ya no pueden confiar en nadie. Me estoy refiriendo a los textos descubiertos en el celular de Stefan Andrés Correa, quien ingresó unas 45 veces a nuestro país para explotar sexualmente a niñas de entre 11 y 12 años. Afortunadamente, fue capturado en el aeropuerto de Miami y acusado de "tráfico sexual de un menor e intento de viaje para mantener una conducta sexual ilícita", justo cuando se disponía a volver a viajar a Colombia.

Más allá de sentir repugnancia por este tipo de acciones y de comprender que estamos frente a unos miserables que merecen todo el peso de la justicia, me pregunto: ¿Qué podemos hacer para proteger a nuestros hijos de estos depredadores? La respuesta no es sencilla, pero es urgente.

En primer lugar, debemos educar a nuestros hijos sobre los riesgos que enfrentan en el mundo. Conversaciones abiertas y honestas sobre temas delicados como la seguridad personal y el respeto por sus cuerpos son fundamentales. Debemos fomentar un ambiente de confianza donde se sientan seguros de hablar sobre cualquier preocupación.

La supervisión activa es esencial. Desde saber con quién están interactuando en línea hasta conocer los lugares que frecuentan, debemos estar al tanto de las actividades de nuestros hijos y brindarles el apoyo necesario para mantenerlos a salvo.

No podemos confiar ciegamente en nadie. Los abusos ocurren en los lugares más inesperados: en el hogar, en la escuela e incluso en entornos religiosos. Es responsabilidad de toda la sociedad enfrentar esta realidad con valentía y determinación.

No basta con indignarnos por estas aberrantes situaciones, sino que tenemos que actuar como sociedad. Cada sector debe comprometerse con el rol que se le exige para que estos casos no vuelvan a suceder. Es crucial cuestionar seriamente y rechazar ese estilo de vida superficial que se define por el tener y el ostentar. Tengamos claro que una sociedad que no protege a sus menores es una sociedad enferma que merece lo peor.

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