Lo que comenzó como un fuerte dolor abdominal terminó convirtiéndose en la mayor prueba de su vida. A los 24 años, María Paula Galvis Forero, una joven oriunda de Arauca, fue diagnosticada con porfiria aguda intermitente, una enfermedad metabólica considerada rara que afecta la producción de hemoglobina y puede comprometer el sistema nervioso, la piel y otros órganos.
Durante meses buscó respuestas sin éxito. “Me decían que era gastritis, pero mi cuerpo empezó a fallar: me cansaba, bajé de peso y, un día, mis piernas dejaron de responder”, recuerda.
En cuestión de días quedó paralizada casi por completo y fue trasladada al Hospital Internacional de Colombia (HIC), ubicado en la capital santandereana, donde permaneció ocho semanas en cuidados intensivos.
El doctor Jhon Alexander Ávila, médico internista y hematólogo del HIC, relató que el caso fue un reto clínico.
“Al principio se sospechaban enfermedades neurológicas como el síndrome de Guillain-Barré. Solo tras estudios especializados logramos confirmar que se trataba de porfiria, una patología con una incidencia de entre 11 y 20 casos por millón de habitantes”, explicó.
El tratamiento incluyó el uso de hemina, medicamento que permite estabilizar los niveles de porfirinas en el cuerpo, junto con soporte nutricional y cuidados intensivos. Tras superar la etapa crítica, María Paula inició un proceso de rehabilitación física y emocional con un equipo multidisciplinario de especialistas.
“Tuve que aprender todo otra vez: mover los dedos, sostener una cuchara, peinarme. Cada avance era una victoria”, recordó.
Aunque presentó una recaída meses después, hoy se encuentra plenamente recuperada. Ha retomado sus estudios de Derecho y comparte su historia en redes sociales para motivar a otros pacientes con enfermedades raras. “Pasé por momentos de miedo, pero también de mucha fe. Aprendí que la medicina cura el cuerpo, pero la esperanza sana el alma”, afirmó.
El doctor Ávila destacó que este caso demuestra el poder del diagnóstico oportuno y la atención integral: “La fortaleza de María Paula y el acompañamiento familiar fueron decisivos. Historias como la suya nos recuerdan que la resiliencia también es parte del tratamiento”.
Contra todo pronóstico, María Paula no solo recuperó su movilidad, sino que transformó su experiencia en un mensaje de vida. “Caminar, respirar, abrazar… ahora todo tiene un nuevo significado. Aprendí que incluso en la oscuridad, la vida siempre encuentra la forma de brillar.”