En las montañas tibias de Rionegro, Santander, el olor a cacao recién fermentado vuelve a sentirse como una promesa. Allí, donde el cultivo ha sido durante décadas parte de la identidad y del sustento de cientos de familias, un nuevo impulso comienza a transformar la manera en que los productores trabajan, se organizan y compiten en el mercado nacional.
Se trata del avance del proyecto “Asociatividad Autogestionada y Producción Sostenible”, una iniciativa que fortalecerá las capacidades productivas y administrativas de 70 productores de cacao, miel y pollo de engorde, agrupados en cuatro asociaciones locales. El proceso, financiado por la Fundación Grupo BIOS y operado por la Fundación Alpina, busca llevar al municipio hacia un modelo más eficiente, autónomo y sostenible.
Cacao: la fuerza productiva que sostiene a Santander
El impulso no llega en un momento cualquiera. En 2024, Santander se consolidó como el mayor productor de cacao del país, con 28.044 toneladas, equivalente al 41% de toda la producción nacional. En Rionegro, esta bonanza tiene rostro: el de pequeños cultivadores que, entre sombras frescas y cosechas selectivas, han visto cómo el cacao fino se convierte en un motor económico para la región.
“Fortalecer las asociaciones productivas significa apostar por un campo más justo, sostenible y lleno de oportunidades para quienes lo trabajan cada día”, afirma Camila Aguilar, directora ejecutiva de Fundación Alpina. Y eso es justamente lo que promete el proyecto.
Asociaciones como Aroma de Paz y Zurron’s Cacao se beneficiarán de nuevos tanques fermentadores, insumo clave para elevar la calidad del grano y competir en mercados especializados donde el cacao premium colombiano es cada vez más valorado.
Mientras el cacao fermenta, la miel crece y los pollos engordan.
Pero el cacao no está solo. La apicultura, que ha tomado fuerza en los últimos años como actividad complementaria y sostenible, también recibirá un impulso decisivo. La asociación Apirio contarán con nuevas colmenas y procesos formativos que permiten mejorar la calidad y cantidad de producción, un avance clave en un municipio que ha encontrado en la miel una alternativa rentable y amigable con el medioambiente.
En paralelo, la asociación Llano de Palma, dedicada al pollo de engorde, recibirá adecuaciones en sus galpones avícolas, lo que potenciará una actividad que ya es estratégica para el PIB pecuario del departamento.
Todos ellos, además, fortalecerán sus capacidades en administración, comercialización y finanzas, áreas en las que históricamente los pequeños productores han enfrentado grandes desafíos. La meta es ambiciosa: un aumento del 20% en la capacidad organizacional de las asociaciones y el impulso de grupos autogestionados de ahorro y crédito (GAAC), para financiar su propio crecimiento.
El proyecto no parte desde cero. Su primera fase benefició a 232 productores rurales, quienes fortalecieron sus habilidades técnicas y comerciales, accedieron a nuevos mercados y avanzaron hacia modelos más autónomos de gestión.