En una declaración que marca un giro significativo en la política de defensa de la República Islámica, el ministro de Defensa de Irán, Aziz Nasirzadeh, reveló que el país ha establecido instalaciones de producción de armas en varios países del mundo. Sin precisar en qué territorios se ubican dichas infraestructuras, Nasirzadeh subrayó que estas forman parte de una estrategia más amplia de cooperación militar e industrial con naciones aliadas.
La información fue difundida este viernes durante una entrevista televisiva y posteriormente recogida por la agencia iraní Mehr. Según el ministro, las fábricas ya operativas y las que entrarán en funcionamiento hacia finales de septiembre son el resultado de un aumento en la demanda internacional por tecnología militar iraní, especialmente tras los recientes conflictos en Medio Oriente que, según sus propias palabras, han demostrado “la eficacia y capacidad destructiva” del armamento nacional.
Una industria armamentística en expansión
Irán, que desde hace décadas se encuentra bajo sanciones internacionales que limitan su acceso a tecnologías militares occidentales, ha desarrollado una poderosa industria de defensa doméstica. No obstante, Nasirzadeh admitió que “en algunos casos no es rentable producir localmente”, lo que ha motivado el traslado parcial de la producción a países socios. Esta estrategia no solo responde a criterios económicos, sino también tácticos: la descentralización del aparato industrial dificulta posibles ataques preventivos contra infraestructuras clave y amplía el alcance geográfico de la influencia iraní.
Aunque el ministro evitó dar nombres, analistas internacionales sugieren que estos países podrían incluir a aliados regionales como Siria, Irak, o incluso naciones africanas o latinoamericanas con las que Teherán mantiene relaciones diplomáticas estables. El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) ha indicado en informes recientes que Irán ha intensificado su cooperación técnico-militar con varios Estados no alineados, en algunos casos a cambio de apoyo político en foros multilaterales.
La venta de armas se ha convertido en una herramienta de diplomacia para Irán, que, en medio del aislamiento impuesto por Occidente, busca ampliar su esfera de influencia a través de acuerdos bilaterales. Según datos del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), el país ha incrementado sus exportaciones de drones, misiles balísticos y sistemas de defensa aéreos en los últimos cinco años, principalmente hacia grupos aliados en Líbano, Yemen y Gaza, aunque se estima que una parte significativa también ha sido vendida a Estados soberanos.
“Hay un reconocimiento creciente de que la industria militar iraní ha madurado al punto de competir con actores regionales como Turquía o incluso Rusia en ciertos segmentos, como los drones kamikaze o los misiles de corto alcance”, explica el analista militar Jean-Luc Marret, del Centre d'Analyse du Terrorisme (Francia). “La posibilidad de que estos sistemas se fabriquen localmente en terceros países eleva el riesgo de proliferación y complica los esfuerzos de control armamentístico”.
Ensayos militares como mensaje estratégico
Las declaraciones de Nasirzadeh llegan justo después de una serie de maniobras militares de gran escala en el Golfo de Omán y el océano Índico, donde la Armada iraní probó nuevos misiles de crucero navales. Estos ejercicios, según el propio ministro, forman parte de una estrategia más amplia de “sorpresa tecnológica” ante posibles amenazas. “Tanto nosotros como nuestros enemigos recopilamos datos sobre las capacidades del otro. Nuestro objetivo es mantener siempre una ventaja táctica”, afirmó.
Desde el punto de vista de la seguridad internacional, la noticia despierta preocupación en varias capitales. La descentralización de la producción militar iraní dificulta el rastreo de sus capacidades y plantea desafíos adicionales a los mecanismos de verificación establecidos por organismos como la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), especialmente en un contexto donde se entrelazan las industrias civil y militar.
La iniciativa iraní de proyectar su industria de defensa fuera de sus fronteras reconfigura el equilibrio geopolítico en regiones ya de por sí inestables. Mientras Occidente debate cómo responder al rearme de Ucrania o la tensión en Asia-Pacífico, Teherán extiende su alcance por vías menos visibles, pero igualmente eficaces. Y lo hace no solo para defenderse, sino también para posicionarse como un actor clave en el mercado global de armas del sur global.