Este lunes, en el dialogo con Imer Baldovino, el joven que entró a graduarse en su caballo Tormento, al escuchar que llegar al colegio le costaba dos horas y media cabalgando, y más de tres cuando dejaba descansar al animal; y que además muchos compañeros abandonaron los estudios por esas duras condiciones, vi retratada la desigualdad en Colombia.
Desigualdad que se expresa en cada dimensión de la vida , en oportunidades de educación, en infraestructura, en distribución de tierras, concentración de las cuentas bancarias, oportunidades de trabajo y actividades económicas. Pensemos en los niños de La Guajira, por ejemplo, a los que no hemos podido asegurarles contextos para que vivan sanos y con oportunidades; o en el Chocó, donde he estado muchas veces acompañando las comunidades que viven en una gran pobreza, sin posibilidades de salir adelante.
Esta desigualdad mata todos los días a niños y niñas, niega posibilidades a los jóvenes y hace que adultos mayores mueran en la total penuria. Así es muy difícil hablar de paz. Recordemos que, en febrero Carlos Esteban Mejía Solano, director de Oxfam, con cifras espeluznantes declaraba que Colombia era el país más desigual de Latinoamérica.
Por esocelebro que el Congreso aprobara este lunes la creación del Ministerio de la Igualdad y Equidad. El proyecto pasó los dos últimos debates requeridos y solo le falta la conciliación de las dos cámaras del texto y recibir la sanción presidencial. Creo que es necesario que el Estado se movilice para lograr igualdad salarial entre hombres y mujeres, que reconozca el tiempo de trabajo en el hogar como válido para la pensión; que haya un ingreso vital para las madres cabeza de familia y que en la reforma agraria y en la economía popular la mujer esté como titular de propiedad y como sujeto de crédito de fomento para emprender, los cuales son los objetivos de esta nueva cartera.
Tengo esperanza de que con el liderazgo de lavicepresidenta Francia Márquez esta será una manera segura de cerrar esas brechas. Creo que ella será un dique a las practicas clientelistas, corruptas y burocráticas, fuentes primeras de la desigualdad.
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