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Condena a muerte del futbolista iraní Amir Nasr-Azadani es un exabrupto

Tristemente, la maldad nos hace entender que las páginas de las novelas más fantasiosas se quedan cortas ante lo que el corazón humano puede hacer.

Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: Alberto Linero

La sorpresa llega siempre a la vida de los humanos para hacernos conscientes de que somos capaces de lo más inverosímil, que la bondad puede romper todos los paradigmas de lo esperado, pero, tristemente la maldad nos hace entender que las páginas de las novelas más fantasiosas se quedan cortas ante lo que el corazón humano puede hacer.

La sorpresa nos demuestra que estamos vivos y que tenemos mucho que hacer para poder controlar nuestras emociones desde una comprensión lúcida de la existencia. Cada día aprendemos a respetar la diferencia, entender que cada ser y pueblo tiene, desde sus particularidades, la libertad para actuar y construir sus destinos. Pero también cada vez nos sorprendemos de lo que hacen.

Por ejemplo, en estos días occidente no alcanza a entender el sentido de la noticia que nos hizo saber la Federación Internacional de Asociaciones de Futbolistas Profesionales; según la cual Amir Nasr-Azadani, futbolista profesional, se enfrenta a la ejecución en Irán por hacer campaña por los derechos de las mujeres y las libertades básicas en su país. Será ahorcado públicamente por su participación en esas manifestaciones.

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Nos escandaliza la situación porque va en contra de los derechos universales humanos. Y nos saltan muchas preguntas ¿Tenemos argumentos racionales suficientes para criticar este tipo de decisiones desde nuestras comprensiones culturales, sin cometer etnocentrismo y sin querer imponer nuestra cosmovisión? ¿Hasta dónde se tiene que respetar la soberanía de un pueblo cuando lo que decide atenta contra los valores y los derechos que hemos considerado como fundamentales para una existencia digna? ¿Cómo garantizar la convivencia entre diferentes culturas si no podemos limitar algunas acciones? o ¿Quién las limita y desde que autoridad?

No tengo respuestas para estas preguntas, pero sigo considerando que son un exabrupto, y mi juicio se soporta en las ideas y valores que hemos considerado validos en nuestra cultura.

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Como humanidad tenemos que hacer algo más que sorprendernos.

Creo que aquí es donde cobra sentido el proyecto “Fundación Ética Mundial” del teólogo Hans Kung, que pretendía los puntos en común entre las distintas religiones del mundo y establecer un conjunto de normas que se basen en principios fundamentales aceptados por todos.

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