Está claro que el Estado es el primer responsable de garantizar que cada uno de sus ciudadanos tenga condiciones dignas para vivir. Es el encargado de generar el estado de bienestar necesario para que cada ser humano que vive en su territorio pueda desarrollarse plenamente.
Sabemos que el Estado colombiano tiene grandes deudas con las zonas más apartadas de nuestro país. Por ello, es de agradecer profundamente cuando alguien, reconocido por algún talento o habilidad, realiza acciones filantrópicas en favor de aquellos que, por distintas razones, viven en situaciones indignas. No es su obligación ni responsabilidad, sino una expresión de su compromiso con la sociedad en la que han crecido y se han formado.
Esto lo digo pensando en el trabajo de Shakira con su fundación Pies Descalzos en favor de la educación de los más pobres. Conozco uno de los colegios de Barranquilla, en el barrio Nuevo Bosque, que cuenta con 6,000 metros cuadrados y una gran estructura educativa para los niños y niñas de esta comunidad.
También está el colegio de Uribia, que se espera impacte a 1,200 niños y niñas, brindándoles un espacio educativo. De manera similar, el trabajo de Carlos Vives con su fundación Tras La Perla ha sido notable. Recientemente, inauguró en el Liceo del Norte la primera Aula Rosa o Lili-aula de Santa Marta. Las Lili-aulas son espacios seguros diseñados para prevenir maternidades y paternidades tempranas, y para abrir un diálogo sobre el autoconocimiento, el placer, el amor, el respeto, la igualdad, los derechos y la libertad.
Estos son ejemplos de compromiso social con las comunidades. Debemos reconocer y agradecer estos esfuerzos, saliendo de cualquier esquema de resentimiento que nos lleve a envidiar el éxito de los demás en lugar de celebrar sus acciones benéficas. Trabajar por la equidad y la justicia social es un compromiso de todos, y estoy seguro de que se hace con dedicación, firmeza y amor.