La guerrilla del ELN sigue cometiendo actos terroristas, a pesar de los diálogos de paz que sostiene con el gobierno del presidente Gustavo Petro.
En las últimas horas fue atacado con explosivos, el oleoducto Caño Limón-Coveñas, en zona rural del municipio de Cubará, Boyacá, en límites con el departamento de Arauca, lo que ocasionó una emergencia ambiental considerable en la zona.
Según las autoridades, este es el octavo atentado contra esa infraestructura petrolera en lo corrido del 2023, hecho que fue rechazado por varios sectores políticos y sociales que critican la posición del ELN, que consideran incoherente.
Lamentablemente, los atentados repetitivos del ELN contra oleoductos y otras estructuras relacionadas con la industria del petróleo, no son nuevos, de hecho, ha sido una de las “banderas” violentas de ese grupo a lo largo de sus 60 años de existencia, supuestamente en rechazo a que las multinacionales se lleven los recursos producto de los hidrocarburos.
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Por supuesto, resulta muy difícil de explicarles a las familias que viven cerca de los oleoductos dinamitados y que sufren graves consecuencias por la contaminación por el petróleo derramado, que tendrán que soportar las consecuencias de los actos demenciales del ELN a pesar de que avanzan negociaciones de paz.
Los atentados a oleoductos, las amenazas a la población civil, el asesinato de policías y militares, todos esos actos violentos cometidos por el ELN, seguirán siendo “pan de cada día”, debido a que esa guerrilla no ha querido aceptar el cese del fuego bilateral con el gobierno del presidente Petro, por lo cual, los diálogos de paz tendrán que adelantarse en medio de la violencia.
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Escuche aquí la opinión de Ricardo Ospina: